¡La idea de conectar el Atlántico con el Mediterráneo no era nueva! Al ser un eje comercial y estratégico, muchos quisieron construir un canal entre los dos mares.
Pero todos los proyectos se encontraban con el mismo problema: ¿cómo abastecer de agua un canal así? Finalmente fue Pierre-Paul Riquet quien, con una idea brillante, solucionó el problema y se le concedió la construcción del canal.
Al norte de los Pirineos, un istmo natural (estrecha lengua de tierra entre dos mares) unía el océano Atlántico con el mar Mediterráneo. Esta lengua de tierra de Lauragais designaba una vía de paso que recorrían las diferentes poblaciones para ir del Mediterráneo al Atlántico. Además, es muy probable que ya la utilizasen los hombres del Paleolítico.
A partir de la Edad de los Metales (de -2300 a -52 a.C.) y hasta la Antigüedad clásica, esta vía fue sin duda parte de las «rutas del estaño». Unas rutas que permitían unir la cuenca mediterránea con el sur de Gran Bretaña, donde se encontraba una gran cantidad de estaño. ¡El estaño era necesario para la fabricación del bronce!
Durante la Antigüedad, bajo el reinado del emperador Auguste, surgió la idea de crear una vía fluvial en la lengua. ¡Y los romanos eran excelentes en la gestión del agua! Estos acondicionaron los canales de navegación y transportaban el agua doméstica de un punto alto a un punto más bajo gracias a los acueductos.
Pero en este caso, la tarea era aún más compleja. Además de gestionar la tecnología necesaria para que un barco pasase por un desfiladero, el emperador Auguste mandó construir una vía romana para unir Narbonne con Toulouse y Bordeaux: la Via Aquitania.
La primera huella escrita del estudio de la construcción de un canal entre el Atlántico y el Mediterráneo data de 1539, bajo el reinado de François 1er.
En 1598, Henri IV relanzó la idea de crear un canal entre el río Aude y el Garonne, abastecido por las aguas del río Ariège. Sin embargo el proyecto no salió adelante por las dificultades técnicas y económicas.
En 1618, Bernard Arribat, apoyado por el duque de Montmorency, entonces gobernador de Languedoc, propuso un proyecto similar a los cónsules de Béziers, entre los que se encontraba el padre de Pierre-Paul Riquet. Como el problema del abastecimiento de agua del canal seguía estando presente, el proyecto se abandonó.
Fue en esta época cuando Riquet oyó hablar del canal entre los dos mares por primera vez... ¡Y así empezó a imaginar un sueño!
En 1633, Etienne Richot, ingeniero del rey y Antoine Baudan, maestro de obras reales en Languedoc, presentó en París un proyecto denominado «para la unión del océano con el Mediterráneo».
Pierre-Paul Riquet tenía entonces 24 años. ¡Y su carrera en el comercio de la sal (indispensable para conservar los alimentos) acababa de empezar! El proyecto de Etienne Richot destacaba las numerosas ventajas de un canal entre los dos mares. Una de estas ventajas fue facilitar el transporte de la sal... Esto aumentó aún más el interés de Riquet por la construcción de un canal así.
¿Sabía que?
El padre de Pierre-Paul Riquet fue uno de los que rechazaron la idea de Bernard Arribat para la construcción del canal. ¡Qué curioso que fuera su propio hijo, el «padre del canal du Midi», quien lo construyera!
Aunque el canal entre el Mediterráneo y el Atlántico no se creaba bajo el reinado de Henry IV, sí que firmó la construcción de un primer canal de reparto: el canal de Briare.
De hecho, Henry IV y su ministro de finanzas Sully, solicitaron la realización de un canal para conectar la cuenca del Seine con la del Loire. Este tipo de canal entre dos cuencas se denomina canal de reparto.
¡El canal de Briare fue una gran innovación técnica! Contaba con varias esclusas con cámaras (cuencas) indispensables para cruzar un desnivel. Abierto a la navegación en 1642, el canal de Briare fue una fuente de inspiración muy importante para Riquet y su proyecto de canal en Languedoc.
Pero había una dificultad: ¿cómo garantizar el abastecimiento de agua de un canal así?
Riquet, propuso una solución inédita a este problema. Aunque sus predecesores optaron por desviar las aguas del Garonne o del Ariège, élb sugirió utilizar las aguas de la Montagne Noire para abastecer de agua el futuro canal.
Y aquí es donde está todo el ingenio de Pierre-Paul Riquet.
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